Mientras la mayoría de titulares digitales se centran en la inteligencia artificial o el crecimiento del e-commerce, algo importante se está cocinando en el ámbito fiscal: la entrada en vigor obligatoria del sistema Verifactu. Lo que podría parecer un cambio técnico más, en realidad representa una transformación profunda para las asesorías y las personas autónomas que confían en ellas.
Para quienes trabajan apoyando a profesionales y negocios en su día a día administrativo, enero de 2026 no puede tomarse a la ligera. La adaptación no solo es legalmente obligatoria; también es una oportunidad para repensar cómo prestamos servicios en un entorno cada vez más digitalizado.
Y mientras algunas asesorías exploran herramientas tradicionales, otras ya comienzan a evaluar opciones como freeme, una aplicación gratis para autónomos y empresas que busca facilitar la gestión sin reemplazar al software contable.
Lo que está en juego: mucho más que emitir facturas
Puede parecer que Verifactu trata únicamente de cumplir con una nueva normativa técnica, pero en realidad plantea algo mucho más complejo: una nueva forma de entender la relación entre empresas, tecnología y administración tributaria.
El modelo que plantea la Agencia Tributaria exige transparencia desde el origen: desde el momento en que se genera una factura, debe quedar un rastro verificable, no alterable y sincronizable —ahora o en el futuro— con Hacienda.
Esto no solo transforma el software: transforma la dinámica entre asesoría y cliente. Ahora no basta con corregir errores al final del trimestre. El control empieza desde la emisión del documento. Y eso cambia las reglas del juego.
No se trata de digitalizar: se trata de anticiparse
Muchas asesorías llevan años digitalizadas. Usan plataformas para presentar modelos, gestionar nóminas, almacenar información. Sin embargo, la digitalización no garantiza cumplimiento. No se trata de usar Excel en la nube o tener una app de facturación cualquiera.
Verifactu exige que el sistema desde el que se emite una factura cumpla con criterios técnicos concretos y certificados. Si una asesoría permite o facilita que su cliente facture con un sistema no homologado, indirectamente también se expone a riesgos.
Es por eso que conviene analizar detenidamente cada eslabón del proceso que toca al cliente: ¿Desde dónde genera sus facturas? ¿Ese sistema está adaptado o en vías de adaptación? ¿Sabe qué responsabilidades tiene? ¿Y tú, como asesoría, estás ofreciendo las herramientas adecuadas para facilitar ese cumplimiento?
Freeme: gestión sencilla, pero con los pies en la tierra
Entre las soluciones que comienzan a destacarse por su cercanía y simplicidad, freeme está ganando atención. Se trata de una aplicación pensada para personas autónomas y microempresas que buscan gestionar su actividad sin complicaciones. Y aunque freeme no es un software contable (ni lo pretende), al ser un programa de gestión que emite facturas, también debe cumplir con la Ley Antifraude.
La incorporación futura de Verifactu en freeme será sin duda uno de sus valores añadidos. Pero es clave entender que freeme no sustituye la contabilidad formal ni la labor de una asesoría. No hace declaraciones, no analiza balances, no construye estrategias fiscales. Por eso, la alianza entre asesoría y herramienta debe ser complementaria, no competitiva.
Freeme puede ser una forma eficaz de ayudar a clientes a cumplir con la parte más operativa de su actividad, sin que pierdan el soporte experto que solo una asesoría puede ofrecer.
Cambiar el enfoque: del control al acompañamiento
Este momento es ideal para que las asesorías replanteen su papel. Hasta ahora, muchos despachos han funcionado como solucionadores de errores: “tráeme tus papeles y yo arreglo los números”. Pero Verifactu* propone otra lógica: acompañar desde el inicio del proceso.
Ya no bastará con que los datos lleguen bien. Es necesario que se generen bien desde el primer momento. Esto implica un nuevo tipo de diálogo con el cliente: más constante, más didáctico, más centrado en la tecnología que está usando en su operativa diaria.
Las asesorías que mejor se adapten no serán las que más sepan sobre la ley, sino las que mejor sepan traducirla, aplicarla y acompañarla con herramientas reales.
¿Y si enero de 2026 fuera tu oportunidad para diferenciarte?
No todas las asesorías aprovecharán este cambio como una palanca de valor. Algunas lo verán como una molestia, otras como una obligación. Pero quienes lo lean como una posibilidad de innovación en la relación con el cliente, marcarán una diferencia clara en el mercado.
¿Y si creas un programa de actualización interna con tus clientes más antiguos?
¿Y si integras una charla trimestral sobre tecnología fiscal en tus servicios?
¿Y si seleccionas plataformas de gestión como freeme para recomendarlas según el perfil de cada cliente?
La tecnología ya no es un lujo; es una extensión del servicio. Y ahora, más que nunca, el cliente valora que lo ayuden a entenderla sin complicaciones ni tecnicismos.
El riesgo no es solo legal: es reputacional
Las sanciones por no cumplir con la Ley Antifraude no son simbólicas. Pero más allá del castigo económico, lo que preocupa es el daño reputacional.
Una asesoría que no oriente bien a sus clientes puede quedar expuesta, perder confianza y generar conflictos difíciles de gestionar. Lo contrario también es cierto: asesorías que lideren este proceso serán vistas como aliadas estratégicas, modernas y proactivas.
El cumplimiento deja de ser un mínimo. Se convierte en parte del valor diferencial.
En resumen: lo que toda asesoría debe preguntarse hoy
- ¿Conozco en profundidad qué implica Verifactu?
- ¿He revisado si las herramientas que usan mis clientes cumplen con la Ley Antifraude?
- ¿Sé cómo acompañar a un cliente que necesita adaptarse sin abrumarse?
- ¿Estoy explorando opciones que me ayuden a mejorar mi propuesta de valor, como freeme?
- ¿Estoy actuando hoy… o estoy esperando a que llegue el problema?
Conclusión: No se trata de software, se trata de confianza
Enero de 2026 no es solo una fecha en el calendario. Es una línea divisoria entre una forma de hacer las cosas y otra. Las asesorías que estén preparadas no serán solo más competitivas: serán más útiles, más humanas y más confiables.
Y en un mundo donde la tecnología avanza rápido, eso —la confianza— es lo único que sigue siendo verdaderamente irremplazable.